Evangelio de Hoy – 23-agosto-2016 – Mateo 23, 23-26
«Aquellos fariseos eran muy religiosos en la forma, pero no estaban dispuestos a compartir la mesa con los publicanos y los pecadores; no reconocían la posibilidad de un arrepentimiento y, por eso, de una curación; no colocan en primer lugar la misericordia: aun siendo fieles custodios de la Ley, ¡demostraban no conocer el corazón de Dios! Es como si a ti te regalaran un paquete, donde dentro hay un regalo y tú, en lugar de ir a buscar el regalo, miras sólo el papel que lo envuelve: sólo las apariencias, la forma, y no el núcleo de la gracia, ¡del regalo que es dado!» (S.S. Francisco, audiencia del 13 de abril de 2016). Mateo 23, 23-26
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Jean Marcel – Lecciones de vida
Mientras se secaba las lágrimas, de su escritorio sacó delicadamente la imagen de Cristo que tenía debajo del vidrio y, después de besarla, la guardó en un cajón mientras decía “Perdón Señor, no soy digno de ti, no soy digno de que me mires. Todo lo que tengo te lo debo. Me enviaste a un pobre y me habló con la voz del corazón. Yo lo escuché con el oído del egoísmo… mi vergüenza es grande….Perdóname Señor”
PPs que comparte F. Octavio Sánchez
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Juan 16, 12-15 Evangelio del día
El Espíritu Santo, el Paráclito, el Defensor, es aquel que el Padre y el Hijo envían al alma de los justos como un aliento de vida. Por él es que somos santificados y merecemos ser santos. El aliento humano es la vida del cuerpo; el aliento divino es la vida de los espíritus. El aliento humano nos hace sensibles; el aliento divino nos hace santos.
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Juan 20, 19-31 Evangelio del día
La página del evangelio de san Juan que leemos hoy destaca que el Resucitado, al atardecer de aquel día, se apareció a los Apóstoles y «les mostró las manos y el costado» (Jn 20, 20), es decir, los signos de la dolorosa pasión grabados de modo indeleble en su cuerpo también después de la resurrección.
Aquellas heridas gloriosas, que ocho días después hizo tocar al incrédulo Tomás, revelan la misericordia de Dios, que «tanto amó al mundo que le dio a su Hijo único» (Jn 3, 16). Este misterio de amor está en el centro de la actual liturgia del domingo in Albis, dedicada al culto de la Misericordia divina.
A la humanidad, que a veces parece extraviada y dominada por el poder del mal, del egoísmo y del miedo, el Señor resucitado le ofrece como don su amor que perdona, reconcilia y suscita de nuevo la esperanza. Es un amor que convierte los corazones y da la paz.
¡Cuánta necesidad tiene el mundo de comprender y acoger la Misericordia divina! Señor, que con tu muerte y resurrección revelas el amor del Padre, creemos en ti y con confianza te repetimos hoy: ¡Jesús, confío en ti, ten misericordia de nosotros y del mundo entero!» San Juan Pablo II
Otro vídeo de Mónica y Unidos en el amor a Jesús
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